domingo, 29 de marzo de 2020

Nuestras vidas en tiempo del coronavirus. Del impacto a la aceptación y a la adaptación .

Sobrecogidos en un inicio por el impacto de la crisis, la incertidumbre tomó nuestras mentes desatándose pensamientos negativos basados sobre todo en el miedo a lo desconocido.
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No estamos entrenados para vivir una experiencia de grandes magnitudes, no estamos preparados para vivir en el confinamiento, no estamos preparados para no tocarnos, no estamos preparados para dejar de ser libres.

Es entonces que el tiempo se vive de otra manera. Da la impresión de que todo pasa de manera desordenada, como una película sin editar, donde las emociones se agolpan unas tras otras.

Es más o menos durante la primera e inicios de la segunda semana donde experimentamos un desorden a todo nivel y es lógico porque nadie está preparado para recibir a un enemigo invisible que no pide permiso, que no toca la puerta, que simplemente busca entrar en los cuerpos y arrasar sobre todo con los más vulnerables.

Si no tenemos cierta estructura de desenvolvimiento cotidiano durante el encierro, entonces la preocupación se intensifica y el cerebro no tendrá capacidad para mantener el equilibrio y es probable que podamos tener estados de tristeza, depresión, irritabilidad, ansiedad, (incluso pánico). 

Es aconsejable hacerse de una rutina con horarios y con actividades diversas que permitan mantener nuestro cerebro ocupado y de paso calmar nuestras emociones.

Luego, para que funcione la convivencia entre las personas, esta debe ser entendida como un equipo, donde es probable que existan tensiones y conflictos, pero intentando que las mismas no se nos escapen de las manos.

Distribuir roles y funciones, ayudar al más débil o vulnerable.  Conviene además que a pesar de los espacios a veces limitados, cada persona tenga sus propios tiempos, sus momentos y estos sean respetados.

Y es así como entrando a la tercera semana se experimenta una mayor capacidad de adaptación a lo cotidiano, un mejor control de las cosas donde disminuye un poco la ansiedad y los miedos. Pero al mismo tiempo otros miedos no dejan de estar presentes, como es el relacionado a la economía, al trabajo.

La información, el aprendizaje, la comprensión de la realidad en su exacta dimensión, permiten regular las expectativas y una mejor adaptación y aceptación de lo que estamos viviendo.

Mejor aun cuando quienes nos dirigen (autoridades) proyectan confianza y responsabilidad por la integridad de las personas.

Si se cumplen los objetivos, si todos hacemos nuestra parte disciplinadamente, será posible cerrar un ciclo (claro, sin bajar la guardia) y volveremos a recuperar nuestra vida, nuestra libertad.

Pero es de esperar que experimentemos una sensación de desconfianza general.  No seremos los mismos definitivamente, tendremos que entender que muchas cosas están cambiando.

Nuestras relaciones con los demás, nuestros vínculos emocionales basados y sostenidos en aquellas expresiones de afecto como el apretón de manos, los abrazos, los besos, la espontaneidad…la proximidad social seguirán por un tiempo en su propia cuarentena.

Implica un cambio contundente en nuestras costumbres y hábitos de toda la vida. 

Difícil de aceptar, pero es lo que toca porque este virus nos deja la desconfianza, donde las garantías han sido debilitadas.

¿Cuánto tiempo viviremos así? 
Pues no lo sabemos en realidad, imaginamos que al paso de los días serán meses, tal vez un año, o un poco más, podremos restaurarnos, podremos recobrar nuestra vida, transformados, más fuertes y más conscientes de que SOLOS NO PODEMOS SALIR ADELANTE, nos necesitamos unos a otros y además de que nO SOMOS LOS ÚNICOS HABITANTES DE ÉSTE UNIVERSO.

La vida nos exige RESPETO ahora, mañana y siempre.


Ps. Rocxana Croce P.

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