"El Grito", de Edvard Much
"Me da miedo que se me acerque,...no quiero jugar con los niños"
Hace poco escuchaba en consulta a una pequeña expresarse sobre el miedo que le tenía a los niños a raíz de un episodio que tuvo en el colegio cuando un niño la cogió por detrás y la abrazó intempestivamente. Ella con sus ocho años, evidenciaba miedo y generalizó este temor a los demás niños.
El miedo es una reacción ante cualquier amenaza o peligro que podemos percibir y puede ser real o imaginario. Por lo general nos bloquea, nos paraliza y genera inseguridad para enfrentarnos a las situaciones que lo provocan. Ello hace que actuemos con desconfianza y bajo presión.
Pero además el miedo constituye un mecanismo de defensa que nos permite medir las consecuencias del peligro, detectarlo a tiempo con el fin de que el cuerpo pueda producir respuestas inmediatas, capaces de defender la vida en una situación peligrosa.
Existe un miedo normal, que es el que tendríamos ante un peligro real o probable y un miedo excesivo o que no está relacionado con la situación que realmente lo produce y que limita a quien lo sufre, modificando su conducta. Por ejemplo, una persona puede temer cruzar puentes o subir por ascensor, lo que se convierte en un impedimento para trasladarse de un lado a otro.
Pero además el miedo constituye un mecanismo de defensa que nos permite medir las consecuencias del peligro, detectarlo a tiempo con el fin de que el cuerpo pueda producir respuestas inmediatas, capaces de defender la vida en una situación peligrosa.
Existe un miedo normal, que es el que tendríamos ante un peligro real o probable y un miedo excesivo o que no está relacionado con la situación que realmente lo produce y que limita a quien lo sufre, modificando su conducta. Por ejemplo, una persona puede temer cruzar puentes o subir por ascensor, lo que se convierte en un impedimento para trasladarse de un lado a otro.
A veces el miedo se basa en la ignorancia o en el error y puede ser superado cuando se conoce la verdad. Algunas personas, comunidades y países transmiten a través de generaciones creencias basadas en el temor. Por ejemplo la novia no debe aparecer vestida de blanco frente al novio porque "es de mala suerte".
Otras veces sentimos miedo porque lo aprendemos. Es el caso de algunos niños que viven atemorizados por culpa de los adultos, que han intentado modificar su conducta a través de frases como: "duérmete que si no viene el cuco", "come todo o sino aparece la bruja". Solo se transmite temor e inseguridad.
Otras veces sentimos miedo porque lo aprendemos. Es el caso de algunos niños que viven atemorizados por culpa de los adultos, que han intentado modificar su conducta a través de frases como: "duérmete que si no viene el cuco", "come todo o sino aparece la bruja". Solo se transmite temor e inseguridad.
Incluso basta que se presente una sola vez un episodio de peligro para provocar una respuesta de temor que luego queda grabada o aprendida.
Son “reacciones defensivas” , respuestas reflejas innatas frente a una amenaza. Kolk, 1994.
Sentir miedo por algo es natural, pero el problema está en nuestra forma de reaccionar ante él.
¿Qué hacer si tenemos miedo?
- Debemos identificar nuestros miedo.
- Hablar de nuestros miedos con algunas personas para obtener y contrastar información. Veremos que es posible éstos disminuyan e incluso pierdan poder sobre nosotros
- Aprender a vivir con nuestros miedos y no dejarnos llevar por ellos ni dejar que ejerzan su acción paralizante, porque siempre habrá algo que nos produzca temor.
- Evaluar las situaciones de real peligro. Es posible retroceder o huir valorando las distintas posibilidades de las que disponemos, buscando un escondite, una protección; por ejemplo frente a un terremoto. Es una forma inteligente y acertada de hacerlo. Pero también cabe la posibilidad que ante situaciones extremas de peligro no sabemos cuál puede ser nuestra reacción.
- Finalmente, cuando el miedo nos paraliza y se convierte en una obsesión, es recomendable acudir al profesional
R.C.