“Una
vez que pase la tormenta de arena, no recordarás cómo lo lograste, cómo
sobreviviste, pero una cosa será segura, ya no serás la misma persona”.
Haruki Murakami.
El divorcio es una separación
de la pareja que resulta dolorosa en diferentes grados, sobre todo cuando hay
hijos de por medio.
Como toda perdida afectiva y
final de una relación, se atraviesa por un proceso de duelo, aún sin que exista
una muerte física de uno de los miembros.
Cuando hay hijos de por
medio, es inevitable que no estén inmersos en la decisión. Frente a ello es
necesario que los padres muestren una actitud adecuada y favorable, explicarles
que la permanencia en la vida de sus hijos, aun a pesar de la distancia física,
será por siempre de parte de ellos.
Si bien el divorcio rompe la
estabilidad, se necesita que el tema sea abordado de manera clara y concreta,
considerando la edad y etapa de cada uno de los hijos.
En ese sentido, un divorcio
no necesariamente representa una tragedia.
Una tragedia sería que los
hijos presencien el desamor de sus padres o estén expuestos a comentarios como «yo
sacrifico mi vida por mis hijos y por ello continúo viviendo contigo».
Doloroso sería que los hijos
sufran continuamente por las discusiones y peleas de sus padres diariamente, y
más aún cuando hablamos de casos de maltrato en la pareja, abuso violencia de
cualquier índole.
Los efectos del desamor que
presencian los hijos en los padres a futuro pueden generar en ellos la
tendencia a establecer vínculos de sacrificio, mas no de amor. Es decir, los
hijos podrían seguir el ejemplo de los padres, establecer relaciones siguiendo patrones
disfuncionales.
Un divorcio responsable
compromete a ambos padres a brindarles a sus hijos una mejor calidad de vida en
todo sentido, y ponerles fin a las desavenencias entre los padres.
Considerando que cualquier cambio
es difícil sobre todo cuando están de por medio
sentimientos y emociones, hace falta desarrollar empatía, el tacto, la
capacidad de observación, la paciencia entre otros aspectos y estar atentos a los comportamientos, de ser
necesario buscar ayuda profesional para afrontar el proceso de adaptación a la
nueva convivencias; incluso si se lleva bien un proceso de separación, este
sirve de gran aprendizaje, permite desarrollar habilidades de afrontamiento y
toma de decisiones, donde es posible superar éste difícil periodo conservando
los vínculos familiares y el bienestar de los miembros.
En este proceso, los hijos
pueden elaborar y procesar el divorcio de sus padres sin verse tan afectados,
incluso pueden llegar a superar la separación de sus padres e integrar dos
hogares —casa de papa y casa de mama—, hogares a los que ellos pertenecen, siendo
parte de esas dos familias.
Evidentemente esto se logra
con más facilidad siempre y cuando los padres se separen de forma adulta y
manejen el proceso con sensatez y responsabilidad afectiva.
Habrá padres que logran una
separación madura y funcionan como equipo. Así como hay padres casados que no
funcionan ni como pareja, ni como padres. Existen padres que continúan casados
y no ejercen función paterna.
Y en muchos casos, los niños
criados por padres que no cumplen su función irán a tratamiento psicológico e
incluso psiquiátrico por la magnitud y consecuencias de un mal manejo
intrafamiliar.