“Una vez que pase la tormenta de arena, no recordarás cómo lo
lograste, cómo sobreviviste, pero una cosa será segura, ya no serás la misma persona”. Murakami.
El divorcio es una separación de la pareja que resulta dolorosa en diferentes grados, sobre todo cuando hay hijos de por medio.
Como toda perdida afectiva y final de una relación, se atraviesa por un proceso de duelo, aún sin que exista una muerte física de uno de los miembros.
Si bien el divorcio rompe la estabilidad emocional de la familia, se necesita que el tema sea abordado de manera clara y concreta, considerando la edad y etapa de cada uno de los hijos.
Un punto importante es dejar en claro que no es por ellos (hijos) que se separan papá y mamá, que a veces las personas no logran tener las afinidades necesarias para convivir y que es mejor llegar a un acuerdo saludable donde si bien ya no estarán juntos bajo el mismo techo, ellos deben tener la plena seguridad que sus padres no los abandonaran porque existen entre ellos lazos indestructibles.
Considerando que cualquier cambio es difícil sobre todo cuando están de por medio los sentimientos y las emociones, hace falta desarrollar empatía, el tacto, la capacidad de observación, la paciencia entre otros aspectos, y estar atentos a los comportamientos propios y de los hijos, de ser necesario buscar ayuda profesional para afrontar el proceso de adaptación a la nueva convivencia.
Si se lleva bien un proceso de separación, este sirve de gran aprendizaje, permite desarrollar habilidades de afrontamiento y toma de decisiones, donde es posible superar éste difícil periodo conservando los vínculos familiares y el bienestar de los miembros.
Finalmente, el hogar debe transmitir seguridad y pertenencia en los hijos, sabiendo que continúan siendo familia, pero en dos casas distintas.
Ps. Rocxana Croce P.