NUESTRA RELACIÓN CON LOS
LIBROS
Cuando nos presentan a una persona lo primero que miramos es su aspecto externo, aquellas características que a la vista nos pueden decir o describir algo de la misma. Pero es indudable que no se puede tener un conocimiento más profundo de alguien si es que no se le habla, no se le conversa….es decir, si uno no se comunica o interrelaciona con dicha persona.
Con el LIBRO pasa lo mismo. Si solo nos limitamos a observar sus signos externos poco sabremos de su contenido. De pronto nos puede parecer de poco interés el título, quizás nada atrayente el empaste o carátula. O todo lo contrario, resulta que terminamos rendidos o cautivados ante dicho objeto.
Al igual que para conocer a una persona es indispensable COMUNICARSE; el LIBRO demanda que uno se sumerja en sus hojas, que no solo se le toque, sino que se le explore hoja a hoja para poder conocer su contenido.
Como todo en la vida, hay personas y PERSONAS, libros y LIBROS. Depende del interés, motivación y expectativas que tengamos respecto a un LIBRO para que podamos o no quedar satisfechos.
Si bien es cierto que la comunicación verbal precedió a la escrita, está última ha pasado por evoluciones: desde los egipcios con la escritura jeroglífica, los fenicios que crearon su alfabeto y que con el paso del tiempo los griegos la complementaron con las vocales. La evolución del comercio entre las ciudades creaba la necesidad de comunicarse “más allá de” y por tanto es que los egipcios usaron el tallo de la planta de papiro para escribir, que luego dio pie al pergamino. Años más tarde se inventó el papel y luego surgieron las imprentas, desde donde nacieron los LIBROS.
La actual tecnología de punta y los avances en la transmisión de la información sobre todo cibernética, han hecho que se tengan a la mano LIBROS VIRTUALES. No hay límites para poder tener información en éstos tiempos.
Pero una cosa es cierta: NADA REEMPLAZARÁ EL TENER UN LIBRO ENTRE LAS MANOS Y CONOCERLO A TRAVÉS DE SUS HOJAS.
Proverbio hindú.
R.C.