La palabra “limite” pareciera que indicara “coartar” o “evitar” un crecimiento o avance. Pero la intención no es así. Va más bien por el lado de formar a los hijos en la protección y capacidad final de decisión al tener clara las cosas.
Tampoco su aplicación está asociado a gritos y ordenes imperativas.
Cada familia tendrá sus propias reglas. El peligro puede estar en que los padres se olvidan de señalarlas. No olvidemos la dosis de PACIENCIA necesaria.
Todos necesitamos parámetros para organizarnos y poder desarrollarnos con seguridad y soltura. Sin embargo establecerlas a veces no es tan difícil como ejecutarlas.
Pongamos el caso de una oficina donde las normas de conducta están dadas claramente. Se puntualiza los horarios para el ingreso, almuerzos y salida. Sin embargo hay dificultades para que sean cumplidas por el señor “x”. Las normas tienen una consecuencia y en éste caso podría por ejemplo ser la reducción de un porcentaje del sueldo acumulando tres tardanzas.
El señor incide las tres veces y se le aplica la sanción. Este puede apelar pero las reglas han sido claras y pre establecidos.
En un hogar donde las normas no son claras se entorpecerá el desarrollo de la vida cotidiana. Si además se improvisa, la situación se complica.
Por ejemplo, el muchacho se pasa horas de horas en el teléfono y no le llaman la atención por ello. Puede pasar que llega el recibo con una cuota alta y el padre increpa desmedidamente al hijo, este reacciona airadamente, encima la madre defiende al hijo; se arma toda una situación de discordia.
Si este hogar tuviese pautas de conducta establecidas, no acontecería una situación similar. La relación que exista entre los padres y el apoyo que den a sus hijos, crean el clima emocional del hogar.
- En las familias permisivas, los límites a veces son muy amplios y pueden sugerir despreocupación que los padres manifiestan a sus hijos.
- Las familias estrictas llegan a exagerar los controles y pueden asfixiar el desarrollo de los hijos.
- Las familias democráticas brindan normas y valores con claridad, que ponen límites, pero son flexibles de acuerdo a las circunstancias, la edad, etc. y que es posible mantener una apertura al diálogo para llegar a un mutuo entendimiento.
Se aconseja hablar un “mismo lenguaje”.
Por último, la educación es RESPONSABILIDAD COMPARTIDA por ambos padres y la aplicación de las normas, sanciones, reconocimientos y demás aspectos de la formación de los hijos, se reparte en igual forma.
R.C