“No me atrevía a venir, he postergado ésto por más de una década, ya no aguanto más”
Esta es una frase parecida a otras que escuchamos en
consulta con cierta frecuencia, reveladora por cierto.
Llega ese momento en el que te das cuenta de que por tí mismo
no vas a poder más, no sales de ese
agujero negro donde te encuentras entrampado, que llevas días, semanas, meses,
años intentando salir de una situación complicada, caótica, sin rumbo en la que
te encuentras.
Te desmotivas continuamente, dudas de tus decisiones y acciones y no ves los resultados que quieres a pesar
de tus incontables intentos; nadie parece darse cuenta de los esfuerzos que
haces por cambiar, tal vez los camuflas, los maquillas pero luego se te acaban
los intentos, empiezas a decaer y enfermas por dentro.
Es entonces cuando te identificas con esa reflexión que dice:
“no va a terapia quien tiene problemas,
problemas tenemos todos, va a terapia quien realmente quiere solucionarlos”
y das el paso crucial de buscar la cita.
Asistir a una terapia es una acertada decisión que permite no
solo tener el soporte y contención necesarias frente a un conflicto o problema,
sino que de la mano del profesional competente, te facilita el auto conocimiento, desmitifica ciertas creencias, pensamientos que funcionan como obstáculos imaginarios,
identifica los puntos fuertes que de pronto no los estamos reconociendo o
desarrollando y que pueden enriquecer nuestra vida.
Ps. Rocxana Croce.