miércoles, 10 de enero de 2024

CÓMO REPERCUTEN LAS HERIDAS EMOCIONALES DE LA INFANCIA EN LA ADULTEZ


Ps. Rocxana Croce P.

Las bases de nuestra personalidad se desarrollan en la infancia y la niñez. Por tanto, cualquier conducta o cualquier herida emocional que nosotros tengamos en estas dos etapas de la vida, infancia y niñez, afectan increíblemente en nuestra vida adulta.

Las heridas emocionales de la infancia son una especie de lesión afectiva que nos impide llevar una existencia plena. Su huella es tan profunda que incluso y nos incapacita para afrontar los problemas con mayor soltura y resistencia.

Las heridas emocionales que sufrimos en la infancia muchas veces se arrastran con nosotros a lo largo de la vida, por ello, es necesario aprender a desintoxicarnos de todas estas emociones negativas para poder comenzar a sanar desde el interior.

Las heridas emocionales en la niñez pasan a formar parte de nuestras células, esto se puede comparar con lo que sucede cuando maltratamos a una plantita en el momento de su germinación, las secuelas de ese maltrato permanecen en la planta, en sus hojas y durante todo su ciclo de vida.

Muchas veces cuando hemos pasado por situaciones traumáticas sobre todo durante esa etapa tan frágil de la vida como es la infancia, tendemos a minimizar el daño o la importancia que han tenido los hechos, porque asumirlo puede conllevar demasiado dolor.

Y justamente, para protegernos del dolor tendemos a decir cosas como por ejemplo, «he superado el hecho que mi madre me abandonó cuando era pequeño y no me afecta para nada». Es posible que en una parte de los casos puede que sea así; si a pesar del abandono, esta persona ha encontrado a lo largo de su vida otros referentes o cuidadores que se han encargado de suplir el hueco y curar la herida. Sólo que sanar ese daño suele ser más difícil de lo que parece.

Supongamos que se trata de una mujer que no ha tenido una figura de padre presente. Esto quiere decir que su padre no ha ejercido como figura de cuidado y protección, porque no pudo o no quiso ejercer ese rol; es más, encima, el tiempo que trataba de hacer de padre, lo hacía desde una postura abusiva y crítica. Esta ausencia pudo generar daños importantes en el desarrollo de esta niña, sin embargo, ella no lo nota, aprendió a vivir con ello.

Y a medida que crece, busca en sus parejas todo aquello que su padre no le dio, incluso cuando no se lo dan, ella es capaz de aguantar situaciones abusivas porque está acostumbrada a ello; y todo con tal de no perder de nuevo a alguien significativo y revivir el dolor de la ausencia.

La carencia de un padre cuidador se ha trasladado a su pareja u otras relaciones significativas, y sin duda, tiene consecuencias en su vida actual.

 

¿Cómo se manifiestan los traumas o heridas en nuestra vida adulta?

Al igual que ocurre con cualquier herida, cuando se roza duele,  provoca reacciones que parece no podemos controlar: reaccionamos incluso de forma exagerada ante situaciones que a priori no tendrían por qué provocar sentimientos tan intensos, pero la herida sigue abierta y somos sensibles a todo aquello que nos lo recuerde, incluso de forma inconsciente. Sobre todo, afecta en el caso de personas que padezcan trauma

Todo comienza casi sin querer, cuando una situación activa los recuerdos, todas las imágenes mentales asociadas al dolor del pasado. Cada fotografía mental te recuerda que hay algo mal dentro de ti. Al igual que el niño de antes que pensaba que todo era su culpa, de adulto piensa que el problema es él. Piensa que por eso está solo, que no puede fiarse de nadie porque todos le abandonan, o que hace siempre las cosas mal y por eso fracasa.

Se «confirma» de nuevo aquel miedo, se mantiene aquella creencia profunda casi inconfesable enterrada en la raíz.

Es un sentimiento que se esconde y nunca te abandona, que se despierta de forma automática sin que puedas controlarlo. Una voz dentro de ti te dice que la culpa es tuya. Y sientes que siempre estará ahí y que, hagas lo que hagas, lo arrastrarás  donde vayas.

«¿Por qué siempre me pasa lo mismo? ¿Por qué la historia se repite constantemente? ¿Qué hay mal dentro de mí? ¿Por qué me sigue ocurriendo lo mismo una y otra vez? ¿Por qué no puedo cambiar o parar esto?»

Entrar en crisis o situación de bloqueo, sentir ansiedad o sensación de culpa, experimentar ganas de huir, desasosiego o casi desesperación… Son reacciones habituales frente a las heridas de la infancia.

Educar a los hijos es una labor de dedicación diaria. Sin duda, Nunca habrá un padre perfecto, pero se puede tratar de ser el mejor padre que se pueda ser, poniendo en acción las habilidades de observación, mejoramiento y cambio.

Si estas heridas emocionales no se abordan adecuadamente, pueden mostrarse en nuestras relaciones. Por ejemplo, podemos proyectar nuestros miedos e inseguridades en los demás, lo que puede generar conflictos o malentendidos.

 Podemos ser más críticos o desconfiados de lo que deberíamos ser, y esto puede poner a prueba nuestras relaciones. Podemos tener actitudes infantiles que den paso a discusiones innecesarias.


A continuación veamos algunos consejos útiles a tener en cuenta cuando frente a las siete heridas emocionales de la infancia.

 1. Miedo al abandono:

Esta herida emocional del pasado tiene su origen cuando la madre, o el cuidador de un niño, no puede, o no quiere, responder como figura protectora frente a los miedos que el pequeño experimenta.

Algunos pequeños dejados a cargo de terceros o dejados solos por largos periodos, o simplemente hijos de madres o padres que, por motivos personales, no responden adecuadamente a las exigencias de compañía y atención que los niños requieren.

Las personas que han vivido experiencias de abandono en su infancia suelen ser inseguras y tienen una alteración emocional, basada en un miedo profundo de que les vuelvan a abandonar.

2. El Maltrato:

Aún en muchas culturas y sociedades se enseña que un buen golpe a los niños es una conducta aceptable, sin embargo, hay muchas investigaciones que nos hablan de lo contrario.

Golpear a los niños para “resolver los conflictos” es un método que no funciona adecuadamente, y es una inadecuada resolución de problemas familiares por la vía de la “Ley del más fuerte”.

Estas secuelas y heridas emocionales de la infancia muchas veces son llevadas a la edad adulta y existe la posibilidad de que acaben siendo esposas y esposos maltratadores.

3. El Rechazo

Existen padres que rechazan sus hijos por varios motivos; sea porque llegó en un momento inadecuado, o por ser producto de un descuido, o por parecerse a uno de sus progenitores, etc.

El rechazo constante hacia nuestro hijo genera un proceso de auto rechazo. La estabilidad emocional del pasado repercutirá en su etapa de adulto, generando la sensación de que nunca, hagan lo que hagan que podrán ser “suficiente” en la vida, en el trabajo, en los estudios e incluso en el amor. Estas personas preferirán permanecer solos y aislados.

4. La injusticia

Desde muy temprana edad, los niños tienen la capacidad de evaluar si las personas con las que conviven reciben un trato igualitario, y para los que tienen varios niños, esto es un asunto de suma importancia.

Una persona al vivir en un ambiente que ha sido totalmente injusto, esto termina por deteriorar su “yo”, transmitiéndoles la idea de que no son merecedores de la atención de los demás.

Un adulto que ha sufrido de la herida de la injusticia puede convertirse en una persona insegura o, al contrario, en alguien demasiado critico que tiene una visión pesimista de la vida. Esta persona puede llegar a tener problemas para confiar y establecer relaciones con los demás, pues inconscientemente piensa que todos lo tratan mal.

5. La traición:

A veces los padres usan la técnica de prometedor, pero cuidado, si no cumplimos las promesas, esto puede crear inseguridades y falta de confianza en el menor. Más vale un ya lo haremos cuando se pueda, que prometer algo que no sabemos si podremos cumplir.

6. La humillación

Hoy más que nunca se ve este fenómeno, cada día son más los niños que crecen en ambientes humillantes.

El Bullying o acoso que se manifiesta a través de múltiples conductas como el insulto, la agresión, la intimidación, poner motes, excluir o aislar socialmente, hablar mal del otro y estimular su maltrato… son conductas  que constantemente los niños se encuentran expuestos,  son situaciones humillantes, con burlas y descalificación, tanto en la escuela como en el hogar.

Estos niños crecen con una gran tendencia a las emociones negativas y a tener una autoestima baja. Seguramente todos recordaremos alguna situación humillante en la infancia, solo hace falta recordarlo para comprender lo grave que puede ser este trauma emocional de la infancia y cómo puede terminar siendo una carga que se llevará en la vida adulta.

7. Temor a lo desconocido

Muchos padres alentamos a nuestros niños a perder el miedo a la oscuridad o a los lugares desconocidos, o subestimamos sus miedos diciendo que no sean cobardes, que no tengan miedo al mar o a las alturas por ejemplo.

Los niños requieren un poco de paciencia, y exponerlos en ambientes desconocidos solo genera individuos inseguros, con miedo al cambio.

 

¿Cómo se cura la herida?

Se puede curar la herida emocional, pero requiere de tiempo, trabajo y constancia, y casi siempre, ayuda profesional.

Es importante tomar conciencia e identificar cuál es la herida y cómo reaccionas cuándo es tocada.

Es necesario entender la necesidad de proteger esa herida.

Y profundizar para ser consciente del sistema de creencias, de tus miedos.

Reaprender nuevas formas de responder ante la situación temida es fundamental.

Para ello a veces es necesario reprocesar los recuerdos., y «revivir de alguna forma» la situación temida o traumática, para poder reinterpretarla desde una perspectiva diferente. La perspectiva de un adulto.

Imaginar desde fuera al niños que fuimos. Conectar con él y con cómo se sentía, hacernos cargo de él como si fuéramos sus cuidadores hoy en día. ¿Qué necesitaba?

Aprender a autorregularse, manejar tú mismo tus emociones, sobre todo en el momento de crisis.

Empoderarse poco a poco, confiar en las capacidades y habilidades propias para poder hacerse cargo de uno mismo. Para confiar en uno mismo, y en la capacidad de relación con el entorno.

Solo queda decir que las memorias de la infancia pueden marcar el resto de nuestras vidas si es que no les ponemos la atención que merecen.

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